jueves, 19 de marzo de 2015

Por Herber Pineda

De todos es sabido que el rendimiento del alumno tiene que ver mucho con el ambiente de la escuela. Aunque no tengo los datos actuales para contrastarlo en este ensayo, seguramente debemos considerar que las condiciones materiales, el equipo, las relaciones entre maestros, el espíritu de trabajo de la institución, todo ello, afectan al alumno y consecuentemente su aprendizaje. La misma línea de valoración debemos tomar en cuenta al momento de analizar el rol del maestro, su compromiso y el avance de sus alumnos, el interés que presenta ante la profesión y ante cada educando.

Para el análisis de este tema es necesario hacer algunas consideraciones sobre las condiciones actuales de la escuela salvadoreña. Para ello, iniciaré señalando que la escuela formal, como hasta ahora ha sido, no satisface los requerimientos que socialmente le son planteados, sean éstos desde una perspectiva de transformación o de simple reproducción. Esto puede apreciarse en los altos índices de reprobación y deserción, así como en los perfiles de los egresados de las escuelas de cualquier nivel educativo; para constatarlo, sólo hace falta dar un vistazo a las estadísticas del MINED, que durante 2010 apuntaba que el porcentaje de deserción en sexto grado era de 3 % en la zona urbana y 4.5 % en la zona rural del país. Para 2011, la tasa de abandono de la escuela en el nivel de media era de 5.8 %. La memoria de labores 2012-2013 detalla que la matrícula de bachillerato en el sistema público fue de 132,432 en 2012 y hasta junio de 2013 era de 145,375.

Entonces ¿Cuál es el rol real e ideal del docente en la escuela?, actualmente encontramos escuelas donde el alumno ha perdido el interés por la clase, en donde el maestro es el amo y señor dentro del aula. Con esto no quiero decir que sea malo que el alumno hable pero sería enriquecedor que el aula de clases se convirtiera en un lugar de interacción donde se generan opiniones, debates y conversaciones entre los alumnos y sus profesores. El rol ideal del maestro es permitir esta interacción, desde luego que sea productiva, parámetro que puede usar para ver hasta dónde el alumno ha asimilado cada tema, pero no solo en esto se basa el rol del maestro, también partiendo de la premisa que “un maestro es en realidad muchas cosas”, estamos conscientes de que hablamos de un profesional de quien la sociedad espera que fuese un modelo a seguir, caracterizado por el dominio de innumerables competencias, las cuales le permitan orientar didáctica y metodológicamente a los estudiantes en los constantes y continuos desafíos económico-sociales que experimenta El Salvador.

Dicho lo anterior debo hacer especial mención de la vocación del maestro y la premisa de que el mejoramiento de la calidad de la educación salvadoreña depende en gran medida de las motivaciones y las acciones de los profesores. Pero ¿Existe relación entre la vocación del docente y la mística? La vocación docente se entenderá como una inclinación que tienen las personas hacia el ejercicio de la enseñanza. Para empezar, hay que insistir en que la vocación por la profesión docente, no es el resultado de una inclinación espontanea, tampoco se debe a factores genéticos. Como lo dijo casi medio siglo antes el maestro español Patricio Redondo: "Rechazamos la idea de que el maestro nace: no sabemos en virtud de qué elementos genéticos especiales le inducen a ejercer esta profesión. No, el maestro se hace; el maestro es capaz de prepararse bien y actuar de un modo eficiente con los niños. Todo depende de la actitud que adopte ante su tarea”. Por tanto, sostengo que la docencia es una acción individual y social que aparece gracias al acercamiento de la persona con la actividad pedagógica, ya que nadie podría tener un verdadero interés hacia la educación sino la conoce previamente.

Ante la vocación, la mística se puede entender como aquel esfuerzo extra que el docente hace para que el ambiente en su aula sea óptimo, que los estudiantes tengan métodos extras que les sirvan para incrementar el proceso de aprendizaje, y que no solo se centre en su aula sino en todas las actividades que tengan que ver con la institución, con el compromiso de educar, de preparar personas que amen a la patria, que sean individuos íntegros para la sociedad, con el fin último de desarrollar una sociedad cada vez más justa y que viva en armonía, que se desarrolle en todos los aspectos. En resumen, que sea un docente comprometido con su rol.

Por lo tanto, la vocación y la mística docente se relacionan y son condicionantes principales para ejercer la docencia porque ante situaciones como la que vive la educación en El Salvador, rodeada de factores sociales que comprometen más la labor docente, es aquí donde el verdadero maestro debe sacar a relucir ambas condiciones y dar así mejores personas a este país, con una visión integradora que nos saquen del bache social que vivimos.

Para concluir, haré una reflexión final donde propongo la necesidad de salvar la figura del docente involucrándolo más hacia la búsqueda y comprensión del conocimiento y de su concientización real de su rol ante los avances en ciencia y tecnología para aplicarlos en bienestar de la sociedad de forma crítica y contundente, y que ante factores como la delincuencia y la deserción, siempre se trabaje comprometido y a favor de la verdad. Ese es el reto de todas y todos los que estamos inmersos en la labor educativa.

1 comentario:

  1. La educación en este país intenta levantarse a cada rato, luego que un gobierno propone algo y el que entra después lo elimina. Así como sucedió con el Plan 2021

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